viernes, 6 de julio de 2007

Samatha

Sólo luego de una gran espera infinita, inconclusa, nada fortuita y ansiada,
crea un ambiente sobrio y extraño, alrededor una esencia de ternura, cariño y afecto,
que sólo un mortal de un ala puede percibirlo.
Sola estás, en tu viaje imaginario, por parajes insólitamente hermosos,
atardeceres llenos de nostalgia y melancolía, amaneceres llenos de luz y tranquilidad,
oscurecer sin luz, débil cristal es la luna y sus estrellas linternas diminutas,
que dan sentido al lugar donde te encuentras.
Sentada, el viento traspasa tus poros, recibes un fresco saludo del aire.
Una llovizna se acerca al caer el día.
Un frío intenso cuando contemplas el terciopelo ceslestial.
Es simplemente soñar, simple visión de perfección incanzable,
una irrealidad fuera de límites, sumida en este trance que tu mente juega
para descansar de la presión existente.
Sólo es triste, cuando de la nada tus orificios visuales se prenden
y no logras conciliar la forma de retornar a tu travesía imaginaria.
Te angustías, buscas las mil y dos formas de lograrlo.
A la final, luego ya de volver a torturarte con el futuro,
de repente la enegía de tus visuales se opaca
y vuelves a caer en un profundo sueño.
Esta vez, tu espectral cerebro escoge llevarte a un lugar un poco más intranquilo;
exótico, extravagante, exagerado, sensible, armonioso, raro, risorio,
simplemnete único.
Ah! maldito insecto interruptor de mi viaje.
Esperare comprar otro boleto infinito al tren del oscurecer
y caer de nuevo en mi profunda e infinita travesía lunar.

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